Desde hace décadas, la imagen de un hombre o, en menor medida, de una mujer rebuscando en los contenedores de basura es ya habitual en las calles, dependiendo los ciclos sociales de crisis, se hace más visible, o menos, pero es una actividad muy común en nuestras ciudades.

El reciclaje informal se ha venido consolidando como una alternativa de subsistencia para población en condiciones de vulnerabilidad, generando una economía sumergida, de personas que no puede dejar de realizar esta actividad, ya que son sus ingresos para subsistir, Por lo que no pueden desarrollar otras formaciones, si no son remuneradas.

No tiene la consideración comunitaria de trabajo, está estigmatizado y tiende a reforzar la exclusión social que padecen estas personas, una situación que contrasta con otras realidades más positivas en algunas otras ciudades. Si bien el chatarreo es una actividad global, sus implicaciones son diferentes según el marco social, el grado de formalización económica, la presencia del Estado y el grado de organización y arraigo social de los recicladores informales.

Los nuevos modelos de recogida y reciclaje de las ciudades, acompañados de las normativas para su realización, han ido dificultando esta actividad para estas personas, pasando de ser una actividad ilegal en algunos casos.
Se crea una imposición de criterios formales en la contratación pública de servicios de gestión de residuos municipales, haciendo la vida más difícil a los recicladores informales, este residuo viene siendo principalmente en los vertederos o contenedores de basura y puertas de puntos limpios.

Nuestra propuesta para este año 2024, es trabajar y realizar acciones para mejorar su actividad y analizar con ellas, las necesidades y dificultades que acarrean con esta actividad.

Este proyecto lo estamos desarrollando gracias al apoyo de Proyecto Temis, desde EAPN  Madrid.